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LMCipolletti Violencia de género

La violó y lo condenaron, pero pasea por la ciudad

Una víctima de abusos reclama que la Justicia haga cumplir el fallo.

La imagen de la desolación se posó sobre la vereda de Tribunales. La bronca invadió a Marina Cepeda cuando se enteró de que su violador, Luis Gandini, camina por las mismas calles que ella y sus hijas. “Estoy cansada de esperar, hace cinco años que vengo esperando, lo condenaron pero sigue libre”, expresó la víctima respirando hondo para contener la bronca.

Junto con un grupo de amigas y algunas integrantes de la agrupación Mujeres Organizadas de Fernández Oro y Cipolletti, Marina se presentó en el Poder Judicial para exigir que la condena quede firme y que de una vez por todas metan preso a Gandini, sentenciado a 20 años de cárcel. “El tipo estaba tranquilo por Buenos Aires y ahora camina como si nada por la ciudad, ¿cómo sé yo que así como anda paseando no se va a fugar?”.

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Las mujeres se instalaron el martes sobre la vereda frente al Ministerio Público, pero al no percibir interés por nadie, subieron las escaleras hasta la Cámara Segunda en lo Criminal. Al notar que la espera sería larga se marcharon, pero aseguraron que no se iban a quedar tranquilas sabiendo que el ex dueño de Zakoga puede estar a la vuelta de la esquina. “Vamos a averiguar dónde está para ir a escarcharle la casa”, advirtió una de las jóvenes presentes.

Gandini, el ex empresario de la noche, interrumpió la niñez de Marina cuando tenía 7 años. Era amigo del padre de la joven y solía quedarse a dormir en su casa, era en esos momentos cuando aprovechaba para abusar de ella. Cuando la víctima tenía 12 fue más lejos y la violó, pero lo peor ocurrió a sus 18, cuando la interceptó en plena calle, la amenazó con un arma de fuego, la llevó hasta su casa, la drogó y la violó. Este hecho fue el que detonó la denuncia.

A partir del juicio, la joven se alejó de su familia: “No quiero llevar a mis dos hijas a un lugar donde a mí no me protegieron. Mi papá siempre confió mucho en su amigo y nunca se dio cuenta de nada”, narró Marina.

Transita esta etapa con sus niñas, sus amigas y algunas organizaciones activistas contra la violencia hacia la mujer. No tiene asistencia psicológica y maneja su angustia como puede: “Hasta eso me negaron. Dijeron que no había cupo para un psicólogo y yo no puedo pagar uno particular. Tengo muchos días de angustia y otros en los que estoy mejor. Trato de seguir adelante por mis hijas”.

Justicia

Un sistema que no contiene

La dirigente barrial Lila Calderón, que sin quererlo se convirtió en una referente de la lucha contra la violencia machista, acompañó a Marina en todo el juicio y permanece firme junto a ella, en su calvario que aún no termina. “No estás sola, nosotras estamos con vos”, le dijo a la joven mientras la abrazaba para frenar sus lágrimas.

“Noté que está muy triste, se la ve muy mal. No sirve mostrarse débil, tenemos que estar fuertes”, manifestó Calderón. La militante explicó que tiene miedo de que las víctimas no puedan esperar a la Justicia: “Las chicas se lastiman, muchas intentan matarse. La Justicia va a ser responsable si no pueden aguantar más indignación y terminan con sus vidas”.

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